Alberto Rodríguez Saá, exgobernador de San Luis, ha vuelto a intervenir en la dinámica política de Villa Mercedes, un territorio históricamente complejo para su liderazgo.

Durante años, Villa Mercedes ha representado un desafío para Rodríguez Saá. A diferencia de otros puntos de la provincia, no logró consolidar un vínculo sólido con los habitantes locales, quienes priorizan el trabajo territorial y las bases comunitarias. La ciudad, responsable del 60% del Producto Bruto Interno provincial, se distingue por una economía que depende mayoritariamente del sector industrial y comercial, a diferencia del empleo estatal que predomina en otros departamentos.

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En sus discursos, Rodríguez Saá buscó explicar esta distancia cultural describiendo a los villamercedinos como “espartanos” y a los puntanos como “atenienses”. Sin embargo, estas distinciones parecen haber reforzado divisiones innecesarias.

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Elecciones y quiebres internos
Las últimas elecciones demostraron que esta desconexión es mutua. Incluso en los comicios que lo favorecieron como gobernador, Rodríguez Saá obtuvo menos votos en la ciudad que el actual intendente Maximiliano Frontera, evidencia de un terreno difícil para el líder provincial.

La respuesta de Rodríguez Saá fue drástica. Al igual que cuando desplazó a figuras peronistas alineadas con Mario Raúl Merlo, esta vez “suspendió” a Frontera del PJ, impidiéndole competir en las elecciones partidarias. Con este movimiento, apartó a los líderes locales y colocó al daractense “Negro” Domínguez al frente de la histórica sede de Villa Mercedes.

La política más allá de los partidos
Esta maniobra deja entrever un desafío mayor para Rodríguez Saá: en un contexto donde los ciudadanos cada vez priorizan menos la afiliación partidaria, las decisiones del PJ parecen alejarse de las demandas locales. En Villa Mercedes, la lealtad al peronismo no garantiza automáticamente el voto, y la estrategia de control interno podría ser contraproducente a largo plazo.