Algoritmos

Por Fabián Nuñez

En el mundo de hoy, los algoritmos se han convertido en nuestros silenciosos compañeros de vida. Ya sea que estemos navegando en redes sociales, comprando en línea o simplemente viendo una serie en nuestra plataforma de streaming favorita, estas complejas fórmulas matemáticas están siempre presentes, recogiendo cada dato que generamos y usándolo para aprender más sobre nosotros.

Pero, ¿hasta qué punto saben de nosotros más de lo que nos conocemos a nosotros mismos?

Para empezar, un algoritmo es una serie de instrucciones que una computadora sigue para realizar una tarea específica. Estos se utilizan para hacer todo, desde ordenar los correos electrónicos en tu bandeja de entrada hasta recomendarte qué película ver. Sin embargo, su verdadero poder radica en su capacidad para aprender y adaptarse a tus comportamientos. Cuando das “me gusta” a una publicación en redes sociales, un algoritmo toma nota. Cuando compras algo en línea, otro algoritmo registra tu preferencia. Y con cada clic, estas herramientas aprenden un poco más sobre tus gustos, tus hábitos, e incluso tus emociones.

Algoritmos

Lo interesante es que, a medida que los algoritmos recogen más datos, se vuelven más precisos en sus predicciones. No es casualidad que Netflix te recomiende justo la película que estabas pensando ver, o que Facebook te muestre anuncios de ese producto que mencionaste en una conversación reciente. En cierto modo, estos algoritmos están construyendo un perfil digital que podría decir más de ti que lo que tú mismo podrías describir.

Pero, ¿qué significa todo esto para nosotros como individuos?

En muchos casos, estos algoritmos pueden ayudarnos a descubrir nuevos intereses, simplificar decisiones o incluso mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, también es importante ser conscientes de la cantidad de información que compartimos, muchas veces sin darnos cuenta. Cada dato que entregamos a estas plataformas contribuye a un retrato más detallado de quiénes somos, uno que podría ser utilizado no solo para nuestro beneficio, sino también para influir en nuestras decisiones futuras.

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La palabra algoritmo etimológicamente proviene del griego y latín, algorithmus y arithmos, que significa «número». O quizá con influencia del nombre del matemático persa Al-Juarismi. El algoritmo más conocido de entonces proviene del griego Euclides.