Por César Albarracín
Con gran dolor me toca escribir estas líneas para despedir a un grande, un gran peleador, un gran maestro, un amigo. Sergio Balmaceda era un hombre simple, que le dedicó su vida a su profesión de maestro de Full Contact y Kick Boxing. Con un declive de la práctica de las artes marciales en la actualidad, pocos saben que Villa Mercedes contaba con un Noveno Dan, el mas alto rango que un practicante puede recibir, ya que el décimo se reserva para los creadores de un estilo, o quienes prestaron un servicio grande a la patria, según el arte marcial que se practique.
Sergio comenzó en San Luis, de pequeño, donde un panadero le prestaba los guantes a algunos chicos para que practicaran en su panadería. Luego de esa formación con un hombre con conocimientos de boxeo, un día descubrió una escuela de Tae Kwon Do, donde le agregó a su técnica de pelea el uso de las piernas. El solía contar que entro a las artes marciales por el cine, por las películas de Bruce Lee. Así comenzó su carrera.
El cinturón de campeón nacional le llego casi de casualidad, en un viaje que hizo a un torneo en Buenos Aires. Casi como en la película Rocky, el campeón, que peleaba ese día, se quedó sin contrincantes por problemas de salud. Sergio daba con un peso similar (no el mismo) así que se lo llevaron a un café, y le preguntaron si se animaba a pelear por el título. A él no lo conocía nadie, era un peleador más para darle cantidad de peleas al campeón. Pero Sergio, luego de hablar con su maestro, subió con un hambre que nadie esperaba ver, y destrozó por K.O. al campeón, quien ya no quería salir en el último round. Al volver a la ciudad, además de las felicitaciones, lo capacitaron para ser seguridad, y cumplió esa función cuidando altos funcionarios, para luego dar cursos en la policía.
Paso el tiempo, y ya en Villa Mercedes, se dedicó a su verdadera pasión, que era enseñar. Casi todo practicante de artes marciales de combate, al menos la mayoría de los que hoy enseñan, han pasado alguna vez por su escuela. Rustico, duro, un hombre de la vieja escuela, que amaba organizar asados con sus alumnos los fines de semana.
Una vez, en un asado contó que tuvo una pelea contra el mismo Héctor Echevarría, el ídolo argentino de los ´80. Sus álbumes de recortes de diarios eran una joya.
Coincidí con Sergio alquilándole un espacio en su gimnasio para entrenar a uno de mis hermanos. Y viendo que teníamos algunas cosas en común, comenzó a invitarnos a reuniones, asados, y torneos.
Lo de las manos de piedra que puse en el título, pude probarlo en carne propia. Un día, habiendo yo tenido algunas participaciones televisivas como actor de acción, me llamó por teléfono para decirme :
-César, tengo un problema. No tengo casi alumnos.
-¿Cómo te puedo ayudar, Sergito?
-Estoy haciendo un torneo, ¿no querés que nos subamos al ring vos y yo?. Aprovechemos que tenés un poco de prensa, vamos a los medios…
Para mi era todo un honor, iba a ser la vuelta y la última pelea de un campeón nuestro, ¿cómo me iba a negar?. Además, a decir verdad, había guanteado con él para una entrevista, y no sentí nada particular. Pensé que ya estaba de vuelta.
El torneo fue en el Club Colegiales. Tan confiado estaba, que ni siquiera me vendé. Benjamín Ríos, un viejo peleador, me vio y me dijo:
-¿No te vas a vendar, César?
-No pasa nada-le dije.
Que error, Sergio subió al ring, y estaba enorme. Enorme y duro. Los golpes que le daba no le hacían efecto. No lo movía para nada. Entendí que de ese ring podía salir nokeado. No demostré que me afectaba, porque los peleadores no hacemos eso, pero cuando volví a mi rincón, mire a mi entrenador y amigo Pablo, y le dije:
-No me da mas el cuerpo.
-¡Nokealo rápido!-Me gritó.
-Sí, tan fácil que está.
A pesar de eso, verlo a Sergio jugar, reírse, buscarme… pelear con un maestro de la vieja escuela, fue un regalo que él me dejó. Como el conocimiento que les regaló a todos sus alumnos. Como haber sacado una gran cantidad de campeones que llevaron el nombre de nuestra ciudad a los podios de los deportes de combate del país y del mundo.

Hoy se fue un grande. Amado por muchos. Con recelo por parte de otros. Pero un grande. Un hombre que es parte de la historia de las artes marciales. Gracias Maestro Sergio Balmaceda, los que amamos subirnos a un ring te saludamos.
