El director de cine César Albarracín rompe el silencio: “Sí, soy masón”

En este interesante artículo César nos cuenta cómo es la masonería desde adentro.

, pertenezco a una sociedad antigua cargada de mito y leyenda, aquí, en la misma Villa Mercedes.

¿Y eso que significa? Pues nada. Me cuesta llegar a fin de mes como a cualquiera. No tengo más conocimiento que cualquier otra persona que ame leer. No tengo comprado ni el cielo ni el infierno… como cualquier otra persona.
Los masones creemos en la libertad, la igualdad, y la fraternidad… en la ciencia, la justicia y el trabajo. El resto, solo es tratar de observar nuestra propia persona para intentar ser buena gente. Eso ni siquiera significa que todos lo seamos, pero sí que lo tratamos, y que, al menos yo, me cuestiono todo el tiempo cada decisión que tomo.

Nuestra leyenda se pierde en el tiempo, pero los datos más certeros vienen de los gremios de constructores de la Edad Media, de gente que compartía conocimiento cuando no había universidades, que se cuidaban entre ellos, y cuidaban de sus familias. El término “compañero” viene de aquellos tiempos.

¿Somos una secta? No, somos una institución. En todo el mundo hay masonería, y en muchos lugares es muy abierta y popular. Es inconcebible que en pleno siglo XXI se deba ocultar lo que uno crea o practique.

¿Creemos en Dios? La masonería es una institución laica, respetamos las creencias de toda persona, y cada uno es libre de creer en lo que quiera. No hay una imposición de la masonería para creer en alguna deidad. Tenemos tanto respeto, que utilizamos un genérico para el nombre de Dios: El Gran Arquitecto del Universo. De allí, el nombre con que cada persona decida creerlo, es parte de su libertad. ¿Acaso en un club o una asociación te piden carnet de alguna religión? Es lo mismo.

¿Por qué varias religiones nos miran con desconfianza entonces? Eso viene de muy atrás, del Papa Clemente XII, en 1738, cuando el Vaticano estaba a favor de nobleza por encima de las libertades del pueblo. Muchos masones fueron partícipes de la Revolución Francesa. Lo mismo sucedió cuando los padres de nuestra patria, también masones en su mayoría, liberaron América. Pero no es la masonería la que armó revoluciones, son personas que creyeron en la libertad, la igualdad y la fraternidad. A pesar de todo eso, la excomulgación automática que pesaba sobre los masones, fue retirada del derecho canónico en 1983. Esto quiere decir que por más que un sacerdote, obispo o cardenal, emita una opinión, es personal. El Vaticano tiene sus reglas, y el derecho canónico se respeta.
Esto no ha quitado que muchos religiosos hayan sido parte de la masonería, desde Juan XXIII al reverendo Martin Luther King.

¿Por qué la política nos mira con desconfianza? Cada vez que un poder intenta elevarse por el resto, los y las librepensadores resultan molestos. Así nos persiguieron desde las monarquías a los gobiernos de facto. Existió también una falsa masonería, liderada por Licio Gelli, que usurpando el nombre de la orden hizo desastres en la política americana y europea, pero eso no era masonería.

¿Tenemos rituales? Sí, nuestras formas de aprender y compartir el conocimiento se encuentran basadas en la razón, en la filosofía, en el simbolismo, en la teatralidad, y tenemos formas de reconocernos. Pero eso es parte del rito mismo de cualquier comunidad en la humanidad. Todas las sociedades tienen sus características, su cultura… la única diferencia es que la nuestra no distingue de razas ni de posturas políticas o religiosas.

¿Somos secretos? La persecución ha sido mucha a quienes históricamente pertenecieron a la orden. La ignorancia, el prejuicio… que hoy tenga que estar dando explicaciones a una sociedad que por desconocimiento muchas veces ha emitido opinión sin juicio previo, demuestra el porqué. Pero hoy la masonería se considera “discreta”, no secreta. Un masón puede decir que lo es, pero por respeto no revela que otras personas lo son. Sin embargo, en otras ciudades los edificios de la institución se encuentra a plena luz del día, y las personas entran y salen sin problemas ni miedos. Aquí debemos crecer como sociedad.

Sí, soy masón. Y no soy santo, soy tan pecador como cualquiera, pero creo en una comunidad más justa, y desde lo que uno aprende en la orden, trato de construir un lugar mejor para todos. El tiempo que uno tiene en esta vida es finito, que aunque sea un granito de arena, un abrazo a un amigo, una pensamiento positivo, hagan una diferencia.
Cualquier persona “libre y de buenas costumbres” puede ser masón. Y algunos no necesitan serlo para tener los mismos valores que trabajamos.
A.L.G.D.G.A.D.U.

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