En su habitual columna de los jueves, el coach de vida Alfredo Hoffman reflexionó sobre el valor de la atención como recurso escaso y codiciado. En diálogo con VMI Radio 88.1 , analizó cómo, sin darnos cuenta, delegamos la gestión de nuestra atención a fuerzas externas, principalmente a las pantallas y los algoritmos que las alimentan.
“Las tres grandes industrias globales son la alimentación, la salud y la energía, pero ¿cuánto dinero se invierte hoy en captar atención?”, planteó Hoffman.
La atención, explicó, es una forma de energía que da forma a nuestra experiencia de la realidad. “Todo lo que crece en nuestra vida, sea deseado o no, lo hace porque le prestamos atención. El problema es que gran parte del día esa atención no está bajo nuestro control”, sostuvo.
Según el coach, nuestra mente opera con un “doble comando”: por un lado, la voluntad consciente que intenta dirigir el foco; por el otro, un sistema inconsciente que reacciona a estímulos diseñados para capturarla. “Esa parte inconsciente es mejor conocida por los publicistas y las grandes plataformas digitales que por nosotros mismos”, alertó.
Para Hoffman, las pantallas –en todas sus formas– son hoy el mayor imán de nuestra atención, muchas veces sin que medie nuestra voluntad. “El celular reemplazó al reloj, al teléfono, a la cámara y a la computadora. Y con ello, se llevó consigo nuestra atención”, afirmó.
Pero no se trata solo de mirar menos las pantallas. “La cultura digital siembra preocupaciones que germinan incluso cuando no estamos frente al dispositivo. Y el miedo es un mecanismo poderoso para mantenernos enfocados… en lo que no queremos”, explicó.
Hoffman propone desarrollar una estrategia personal para recuperar el control sobre la atención. “La atención crea la realidad que vivimos. Si no decidimos a qué dirigirla, otro lo hará por nosotros”, sentenció.
Y concluyó con una advertencia y una esperanza: “Perder el control de la atención es perder el control de nuestra vida. Pero si nuestra atención hoy está secuestrada, también es cierto que podemos recuperarla. Todo empieza por preguntarnos: ¿qué queremos que crezca en nuestra vida?”.
