Durante las Jornadas de Medicina Respiratoria realizadas en Villa Mercedes, especialistas encendieron las alarmas sobre el crecimiento del uso de cigarrillos electrónicos en niños y adolescentes.
El doctor Lucas Olagaray, impulsor del encuentro, destacó en “El Potenciómetro”, la importancia de debatir sobre esta problemática que “ya no es ajena a nuestra ciudad”. Acompañado por la doctora Silvina Cipriani, jefa del servicio de Neumonología del Hospital Infantil de Córdoba, ambos remarcaron que el vapeo “no es una alternativa segura al cigarrillo tradicional”, como suele promocionarse. “Lo que veíamos en Europa o Estados Unidos, hoy lo vemos en Villa Mercedes. Pacientes internados por daños pulmonares asociados al vapeo ya son una realidad local”, alertó Olagaray.
Vapeo, adicción y marketing dirigido a jóvenes
Cipriani fue enfática: “Un solo cigarrillo electrónico puede contener la nicotina de un paquete entero”. Además, advirtió sobre la presencia de sustancias como formaldehído y saborizantes irritantes, los cuales agravan el daño respiratorio.
Ambos especialistas coincidieron en que la estrategia de la industria apunta directamente a los adolescentes: “Diseños atractivos, sabores agradables y facilidad de acceso hacen del vapeo una moda peligrosa. El objetivo es iniciar en la adicción a temprana edad”, explicó Olagaray.
Consecuencias graves y poco visibles
El vapeo no solo afecta al aparato respiratorio: convulsiones, daño renal y cerebral, e incluso inflamaciones pulmonares agudas son algunas de las consecuencias documentadas.
“La publicidad positiva y la falta de información clara hacen que se naturalice el uso del vaper. Lo más preocupante es que ya lo vemos en niños preadolescentes”, advirtió Cipriani.
La clave: hablar en casa
Ambos profesionales coincidieron en que la prohibición no es suficiente. Lo esencial es informar, dialogar en familia y generar conciencia. “El rol del médico debe ser educativo. Hay que sacar el tema de debajo de la alfombra y hablarlo con los chicos”, expresó Olagaray.
En Argentina, la venta de estos dispositivos está prohibida, pero la distribución en escuelas y redes sociales los convierte en un fenómeno difícil de controlar. El desafío, según los especialistas, es cultural y educativo.
